TODA ESA GENTE QUE NO CONOCEMOS- Poesía para vivir la ciudad
TODA ESA GENTE QUE NO
CONOCEMOS
Una tal María, un tal Alberto
se paran en fila y se suben al metro tranvía.
Nadie sabe de sus vidas
¿sus ojos brillarán al ver alguna famosa película?
¿Tomarán mate con azúcar o edulcorante?
Una tal María, un tal Alberto
son sólo dos asientos ocupados en el metro.
No se conocen, no se hablan,
no se miran. ¿Son estatuas?
Si alguno hiciera una cara graciosa
el día sería más memorable porque tendría risas fuera de la
norma.
Gente común vemos todo el tiempo
en la vereda, en el supermercado,
en el baño de la facu.
Toda esa gente que es todos y es nadie
¿también se pone nerviosa al rendir un examen?
¿Susurran palabras dulces a los oídos de alguien?
¿Leen libros, cantan cuando la casa está vacía?
Toda esa gente
tiene todos los nombres que sueñes.
Se llaman Pilar, Andrés, Virginia,
Omar, Ofelia, Sonia, Guillermina.
Yo no sé qué será de sus vidas
si viven en casas amplias o chicas
si tienen jardines llenos de pasto o con plantas de plástico
si se ruborizan al rozar una rosa entre los labios
si van a bailar los sábados
si se quedan a estudiar, si les gusta fotografiar
atardeceres o patos en el lago.
No conozco a toda la gente
pero está bueno saber
que ni María ni Alberto
son sólo dos asientos ocupados del metro.
De seguro tienen su rock, su tango, su desvelo.
Guardan sus ojos llorosos en un pañuelo
y se ponen la misma pegajosa sonrisa
que los mantiene comunes, plebeyos.
Se vuelven simples como un número,
fáciles de olvidar: no gritan.
Guardan silencio, van con auriculares puestos,
visten de manera convencional.
No hacen ruido: son seres de ciudad.
Están acostumbrados a los semáforos que marcan pasos.
Y a no sonreírle a un extraño.
Toda esa gente que no conocemos
y que puebla los micros y las calles del centro
debe llevar un oculto incendio por dentro,
ha ser más que un puñado de nombres exhalados al viento.
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