MEMORIAS DE UNA CHICA DE ARENA- Poema para ser de arena




MEMORIAS DE UNA CHICA DE ARENA


Esta es una historia
una historia que vengo a contar.
Sobre una muchacha de arena
una muchacha de arena y mar.

Fieles fueron los cielos que la vieron crecer
paso a paso, pedazos de arena y canto
se fueron con más solidez en su alma forjando.
Ella en el fondo era intempestiva, sagaz, vehemente
pero frente a todos siempre actuaba como una demente.

Simplemente
era
una chica de arena.
¿Simplemente? ¡Espera a verla!
Lucía cual diamante con su inteligencia
o por lo menos sabía distinguir el sur, el norte, el este y el oeste.

Podía guiarse sólo con la Luna
amiga con la que se comunicaba desde la cuna.
Ella fue quien le contó
acerca de la playa, del mar y de las distintas aguas.

Y nuestra muchacha de arena
aburrida ya del desierto y de la tierra seca
emprendió un viaje de pasión y de destreza.
En su camino se cruzó
con arañas blancas, rojas y negras.

Pero ella supo defenderse
halagándoles las patas y huyendo de ellas.
Y por la noche, su fiel compañera
le susurraba al oído palabras tiernas.
Que no hacía falta, que moriría en el intento,
que el sol la secaría, que no tendría alimento.

Sin embargo la muchacha de arena
jamás perdería la esperanza.
Las penas que lloraba
se las arrancaba como botones de una camisa vieja.

Hasta que un día
llegó a la playa de arena blanquecina y fina.
Caminó, contenta de saberse ganadora
de una guerra en la que sólo ella podría haber sido la perdedora.

Era de noche, la Luna alumbraba
cada paso que daba la gente sobre las aguas mansas.
Entonces la Luna la vio llegar:
la pobre muchacha de arena estaba sedienta
hambrienta por tocar con sus dedos resecos
el agua de ese mar inmenso.

La Luna le gritó con todas sus fuerzas:
¡No vayas, no vayas muchacha de arena!
¡Te morirás, te deshacerás, no podrás verme jamás!

A lo que la muchacha le respondió:
¿Pero por qué dices eso, Luna?
Ahora te veo, estás también en el agua,
al fin podremos estar juntas.
Mi alma descansará para siempre en la tuya.

Fue un instante
la muchacha de arena había llegado a su meta.
Sintió su piel cosquillearse y bailar
una zamba que jamás tendría final.

Fue un instante
y se sumergió, tal y como había dicho.
Y su piel se deshizo.
Y nadó como nadie había nadado nunca
hasta llegar a tocar el reflejo
de su cálida amiga Luna.
Sus últimas palabras fueron:

No llores porque me fui, llora porque viví
de la forma en la que quise.
Mi pasión por ir más allá de lo debido
me guió como un faro en el camino.
Que sea una muchacha de arena
jamás puso fin a mis metas
como la de conocerte y verte
y nadar como un pez
mientras me deshago
hasta la cuenta de tres.


 

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