EL DISCURSO DE LA INCANSABLE- Poesía para recitar a los gritos
EL DISCURSO DE LA INCANSABLE
“Ella se venga por el monólogo”. Flaubert.
Estoy cansada de que se me caigan los platos, los vasos, y el saquito de yerbeado.
Cansada de mis enojos en el espejo, cansada de mis patadas
invisibles,
de mis boxeadas que se convierten en dientes
mascullando insultos
mascullando palabras mascullando
mascullando
susurros
mascullando.
Y estoy loca pensará la gente
y ay lo que dirá la gente
y ay la gente la gente la gente
y al final
me quedo sentada con un dolor de cabeza
porque toda la población del planeta está hablando de mí.
Estoy loca estoy irremediablemente loca
tal vez nada podrá salvarme tal vez
mis piernas que no quieren dormirse me empujarán a la puerta
a la salida, por favor la salida.
Exit. Excitante es la salida.
eso lo aprendí en una película.
Y no me importa nada.
Solamente bailar y sentirme libre sirena.
Libre.
Andar con mi perrita por las calles y no temer
arreglarme las medias las veces que sea necesario
atarme el cordón hasta que el pie esté cómodo.
Porque incómoda estoy todo el tiempo.
Y no me gusta sentir toda la población del mundo en mi
cerebro.
Africanos, afganos, todos tienen algo para decir.
Todos tienen algo para decir.
Peruanos, norteamericanos, canadienses, bolivianos.
Chicas con sus batallas.
Todos tienen algo.
Y yo solamente tengo mis ojos tristes,
mis lágrimas de siempre,
porque toda la población del cerebro me empuja a un silencio
hiriente
porque yo no sé si tengo algo para decir.
O tal vez sí y eso me asusta.
Me asusta de la manera que nunca pensé que me asustaría.
Hablar, decir lo que pienso,
soñar, dibujar.
Me asusta despertarme y decir
“otro día más en el que me cuesta respirar,
me cuesta ser yo
me cuesta bailar,
hablar.
Mis cuerdas vocales
las extraño lo sé
no sé dónde estarán descansando en alguna playa paradisíaca
sin mí".
Cierro la puerta
la cierro porque en mi pequeña soledad de cuatro paredes
puedo reconocerme un poco aunque sea.
Puedo decidir un poco aunque sea.
Y el "aunque sea" se volvió tal vez algo bueno.
No me gusta pensar
que tengo que recordar todas las cosas positivas que hice en
la semana
todas las cosas positivas que me pasaron desde que me
desperté
hasta que estoy hablando ahora.
Es un poco complicada mi piel
un poco complicada ya lo sé.
Pero es necesario que salga lo que tenga que salir.
Vomitar lo que tenga que vomitar.
Hasta que los fantasmas que me arrastran con sus días y sus
memorias se vayan.
Es necesario que los despida día a día y que les diga
“bueno, sabes qué, no me importa”.
Aunque en el fondo sí me importa.
Porque gracias a los fantasmas me quedé callada y amurallada
y me quedé encerrada
en el mismo día, en la misma maldita semana.
Y cierro la puerta y
tal vez se queden conmigo solamente los fantasmas y eso no
es bueno.
Pero ya no les temo.
No le temo al bien, no le temo al mal.
Solamente quiero descansar en mis vértebras como decía la
chica anoche en su poema.
Me pareció glorioso.
Porque gloriosa es la decisión de decir lo que uno sabe que
quiere
aunque sea difícil obtenerlo.
Así que bueno, creo que perdí mi hilo narrativo pero es algo
que pasa a menudo.
¿Sabés qué, fantasma? Hoy bailé.
¿Sabés qué?
Hoy estaba hablando con mi mamá y aunque sentía esta
inherente pelota en mi garganta
hablé. Hablé fantasma.
Esa pelota es tan grande que me empuja a quedarme callada o
hacer de cuenta que no pasa nada,
que todo está bien en casa.
Cuando lo cierto es que ni mi garganta está bien por lo
tanto mi casa está despoblada.
Un poco abandonada, un poco que puedo hablar de lo que sea
menos de lo que me pasa y eso está mal.
Puedo hacer de cuenta que me interesan los días y puedo
hacer de cuenta que
no me duele la garganta
cuando en realidad tengo un león que me rasguña día a día
y en las noches,
en las noches ya lo saben los fantasmas
y se agitan y crean pesadillas.
Pero bueno, como dije esto es algo de todos los días.
Y a veces no sé cómo escapar de esta cárcel, de esta casa,
de lo que sea que tengo.
Hasta que deje de doler la pelota,
hasta que deje de patearme la cabeza.
Boxearme de esa forma,
hay algo que quiere salir, que salga.
Estoy cansada de retener palabras, retener
la palabra que duele
el grito que falta poner en mi cielo de joven des/esperada.
Retengo
el parto inherente.
Saldrá un bebé verborrágico preso de caminatas nerviosas.
Saldrá un poema, saldrá lo que tenga que salir.
Pero saldrá de mí y se irá.
El bebé verborrágico aprenderá a patear veredas y soles y
lunas.
Tengo que parir este mismo poema día tras día.
No creo que sea así. No por siempre.
Afortunadamente uno cuando suelta las cosas hace espacio en
la cabeza para otras.
Así que vos dirás.
El destino, lo que sea.
No sé qué pasará, no tengo certidumbres pero…
Espero el día calmo y sé
una cosa…
Siempre quise recuperar mi vida
y mis cuerdas, mi melena y la sonrisa
las caderas, mis pasos de baile
mis risas.
Aunque ahora todo parezca un poco complicado
no me interesa.
Tal vez ya no me doy cuenta
de mi exigencia.
Y a veces quiero bailar con la cabeza a punto de explotar
y lo mejor que puedo hacer en esas ocasiones es sentarme a
respirar.
Sentarme a respirar.
Sentarme a respirar por la sola necesidad de sentir que hay
calma creada.
Aunque el pecho quiera salirse como ave
de lo que sea que soy debajo de mi piel.
Hasta que deje de doler la garganta.
Hago mis esfuerzos
y no me contento porque a veces es tan difícil
porque a veces quiero truncar cosas que se asemejan
imposibles.
No me cansaré nunca de
buscarme
porque este cansancio
me arrima a la hoja en blanco
y puedo decir
con fe en el día que
amanecerá:
“No dejes que nadie o
nada escriba tu historia.
Que nadie o nada huela
como tú las rosas.
O cantar como lo hago
en la última hora.
O bailar buscando
exorcizar
mi persona”.
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