Profundas clases de frío (poesía que hiela)



Profundas clases de frío

Tengo frío en los pies,
la garganta seca, dura,
quebradiza y débil.


Las manos fríos, como muertas.
¿No se dan cuenta?

Me enfrían varias cosas
descontando el aire helado y la ignorancia.
Me enfría sentirme raro.
¿Acaso soy el único ser
que va al pub a intercambiar abrazos?
Sí, año tras año
vuelve la búsqueda del inefable calor humano.
A veces encuentro salvavidas anaranjados
otras veces, delfines que se van de mí, alejando.

Me enfría la distancia
que no soy capaz de sentir,
la llanura de mi cerebro, abandonada.
La soledad en la ventana
cuando recuerdo la época veraniega
 y por ende febrero, colmado de los besos
que nunca di.

La pieza, de más está decir, vacía de calidez
es el lugar donde los resaltadores que están dentro de la mochila,
se asfixian.
Cuando subrayan la hoja, las fotocopias
entregan su sabia beneficiosa.
Qué linda manera de morir.
Así, dándolo todo,
coloreándolo todo en un día tan gris.

No hay nada más feo
que meterte en la ducha e intentar abrigarte
sólo con tu cuerpo,
porque el agua anda media juguetona.
¡No estamos en febrero,
no hace calor!
Los únicos soles que vemos
son las copas de los árboles
que están cerca y lejos.

Podrían enfriarme muchas cosas más.
Cierro el puño de la mano
con sus dedos demasiado frescos.
Siento tu mano cubriéndola de repente.
Me sonríes, decimos chistes,
ponemos un cd, hacemos sopaipillas.
Afuera levemente llueve.

Se nos va el frío,
la llanura seca se vuelve verde pradera,
la soledad una amiga
que cuando acabe la fiesta me pasará a buscar.

Se acabará mi febrero
cuando ella toque la puerta
y me muestre la lista de cosas que enfrían
a los demás.

Vagabundear cuando ya es de noche,
sin saber dónde ir a parar.
Reír al abrir la bolsita de poxyran.
Ignorar así
que los diputados se aumentaron el sueldo una vez más;

Que nadie les lea cuentos,
que estén con el frío celular,
mirando una pantalla que no se cansa de brillar.

Que sueñen con volar lejos,
para no volver jamás.
Son señalados como lacras
pero la necesidad fue quien les ordenó salir a robar.

Es un grito desesperado
“no tengo nada,

tengo frío y hambre,

si nadie me ayuda,

igual seguiré adelante

como pueda,

con el Gauchito Gil y la estampita de la Virgen

tatuados en mi sangre”.

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